Lisandro Meza nació el 26 de septiembre de 1937 en El Piñal, Sucre, un pueblo ubicado entre Ovejas y Los Palmitos, de una una sola calle, porque detrás de los patios de las casas cuyos frentes miran la troncal. Allí se crio y desarrolló el gusto y la pasión por tocar varios instrumentos, entre ellos el acordeón. Hijo de una familia humilde, a los 14 años de edad conoció a su ídolo del momento, Alejo Durán, quien se convirtió en su gran amigo, guacharaquero y guía en su carrera musical en el género vallenato.
Rosa Barreto, su abuela, una mujer morena, espigada y agraciada, tenía la bien ganada fama en la comarca de ser excelente cantadora de bullerengues y pajaritos, y excelsa bailadora de cumbias. Sus tíos Nica y Pribilerto Márquez eran músicos tamboreros.
Los Márquez eran de por ahí cerca, de Morroa, y los Meza de San Andrés, un pueblo cercano a Córdoba, Bolívar; allí nació su padre Raimundo. Su madre, Victoria, era piñalera. Lisandro fue el cuarto de ocho hermanos; de ellos, el menor, Jorge, es hoy día reconocido acordeonista radicado en los Estados Unidos. Mélida Díaz, su madrina, fue su maestra de primeras letras, hasta cuando su padre marchó con él para El Difícil, población a orillas del Magdalena, rumbo a La Armenia, una finca de su propiedad. Raimundo Meza era aserrador y tenía una cuadrilla de ciento cincuenta hombres.
En La Armenia, Lisandro no sólo acompañó a su padre, sino que responsablemente cuidó de sus intereses: vigilante, permanecía en el rancho mientras Raimundo y los peones laboraban en los aserraderos. Entre ellos, uno llamado Pedro Socarrás, oriundo de San Ángel, Magdalena, era acordeonista, cualidad que lo hacía merecedor de un especial reconocimiento. Había llegado a la finca con un viejo acordeón de dos teclados en una pequeña maleta. Cuando Pedro salía al aserradero, el acordeón, supuestamente, quedaba resguardado.
Pero, en Lisandro la inquietud de saber el origen de sus músicas se iba convirtiendo en obsesión. Inventó entonces un rústico, pero eficaz sistema, una ganzúa, con la cual podía burlar siempre que quería la seguridad. Sacando melodías para todos reconocibles como La hija de Amaranto y Altos del Rosario de “El negro” Alejo Durán, y la Cumbia cienaguera de Luis Enrique Martínez.
El misterio del acordeón de Socarrás sólo se descifraría en la Nochebuena de 1954. Raimundo Meza, a quien lo asistía el temperamento del buen patrón, organizó una celebración navideña para sus peones y la gente de La Armenia, donde Socarrás mostraría su talante de acordeonista, pero este se embriagó temprano quedándose dormido. Lisandro, quien sólo había ingerido algunos tragos cortos, se arriesgó y tocó el acordeón. Al finalizar, el aplauso, el abrazo, la felicitación de quienes aún no salían de su asombro.
En el amanecer, Raimundo Meza ordenó a su hermano Pribilerto viajar de inmediato a Plato, a comprar en la tienda de los turcos un acordeón para Lisandro. A don Raimundo Meza, no obstante, no le halagaba mucho que su hijo fuera músico; soñaba con un doctor en la familia. Con la autoridad del padre, que sabe lo que es mejor para su hijo, lo envió al Liceo Magangué a cursar su bachillerato.
Sólo ocho meses permaneció Lisandro en los claustros del Liceo; cuando Alejo Durán se cruzó en su camino. Durante un tiempo, el joven músico fungió como su guacharaquero. Raimundo Meza murió en 1956 en El Piñal, sin imaginar siquiera el éxito que aquel mozuelo intrépido alcanzaría a la vuelta de unos años; y Alejo Durán, quien generosamente le abriera su corazón, pasó a ocupar ese lugar significativo con tal fuerza, que los hijos de Lisandro recuerdan hoy al maestro como a un abuelo sabio.
En uno de esos días calurosos de enero, Lisandro tocaba en una corraleja en Magangué, cuando los músicos Roberto y Carlos Román lo abordaron: —Lisandro queremos que tú seas el acordeonista de Los vallenatos del Magdalena. ¿Qué dices? Halagado por la deferencia, pues se trataba de suplir al gran Aníbal Velásquez, aceptó gustoso y comenzó así su carrera como músico de cartel; ahora integraba una agrupación con nombre estelar, recorriendo pueblos y ciudades durante un año.
En 1962, se grabó en Colombia la primera guaracha en acordeón, titulada Adiós Dolores. Con esta innovación vino la fama y Lisandro, visionario, armó su propia agrupación con contratos en Cali y Medellín alternando con el mexicano Pedro Vargas y el bolerista Leo Marini.
En Los Palmitos, entre las gentes que con curiosidad observaban el avance, en un instante en el que el tiempo pareció detenerse, Lisandro captó, con asombrosa nitidez, el rostro de una bella mujer a la que miró con tal plenitud que la grabó en su ser para siempre. Luz María Domínguez, a quien el mundo musical conocerá como La niña Luz, contrajo nupcias con Lisandro Meza en 1957, en una ceremonia nunca vista por esos pueblos de Dios. Un cortejo de dieciocho padrinos acompañó a la pareja engalanada con ropas de postín.
En los mismos tiempos, germinaba en los alrededores de la plaza Majagual de Sincelejo la agrupación musical más célebre del país. Los Corraleros de Majagual, dirigidos por Alfredo Gutiérrez, y respaldados por el sello empresarial de Toño Fuentes. Mas inesperadamente, en pleno apogeo de la creatividad y de la fama, su director dimitió. En esta encrucijada, el productor, que ya tenía noticia del talento y del empeño empresarial del joven músico piñalero, sin pensarlo dos veces, le entregó la responsabilidad de proteger la esencia de Los Corraleros.
En efecto, desde el inicio su cometido fue superar las fronteras de la Costa Caribe y del país. —Pensaba en una propuesta más rumbera, ratifica. Para lograrlo, requería otra instrumentación. Entonces, sin reato alguno, incluyó el bajo electrónico, con lo cual enriquecía la armonía —los obligados de bajo fueron magistrales en La burrita y otras piezas— y, en busca de otra sonoridad, reemplazó la caja por el timbal, no obstante algunos escepticismos. —Escuchemos qué nos trajo Beethoven —decía irónicamente Chico Cervantes. Así, los nuevos Corraleros de Majagual se fueron de gira por el mundo, con rotundo éxito.
Su primera participación en el Festival de la Leyenda Vallenata fue en el año de 1969. En dicha versión, llegaron dos acordeoneros curtidos: Nicolás “Colacho” Mendoza y Lisandro Meza se batieron en franco duelo que dio como vencedor a Colacho. La multitud sacó en hombros al rey sin corona y durante tres días lo aclamó. No tuvo laureles, pero si un remoquete que lo ha acompañado a lo largo de su historia musical, ganándose el sobrenombre de El Rey sin corona (en dicho festival el ganador obtiene el título de Rey Vallenato, por decisión del jurado) que a la postre él lo convertiría en tema de una canción. En el año de 1975 se volvió a presentar, ocupando el segundo lugar. En 1978 fue galardonado como Rey Sabanero del Acordeón en un certamen de vallenato realizado en Sincelejo.
Doce años permaneció Lisandro como artista de Fuentes. Un día cualquiera, un hombre interesado llegó hasta Los Palmitos en busca del veterano músico. —Busco a Lisandro Meza; es para un contrato. Dijo emocionado el hombre, con gesto de empresario. —Anda de gira, respondió “Chane”, el hijo mayor del rey, quien oficiaba de director. —Bueno, si no está Lisandro entonces, me llevo a los hijos de la niña Luz. Así en la casa grande de Los Palmitos, nació la agrupación Lisandro Meza y los hijos de la Niña Luz en 1978. Los hijos de la Niña Luz salieron al mercado con Las tapas, un cumbión al que el Carnaval de Barranquilla, gozón, le entregó el Congo de Oro en 1980.
En el programa Se Dice De Mí de Caracol TV, este artista confiesa que tuvo una gran amistad con Pablo Escobar, a quien recuerda con aprecio y agradecimiento porque le ayudó a sacar a su familia adelante por medio del ganado y los contratos que le ofrecía para que Lisandro se presentara en varios eventos del narcotraficante.
“Un tipo que me ofreció a mí tantas cosas, ganado, pero yo estaba en mi música, yo no quiero saber nada de eso. A Pablo lo volvieron rebelde, pero él era un gran tipo humanitario”, comenta.
Entre otras anécdotas, Lisandro Meza bautizó a Julio Ernesto Estrada con el apodo de «Fruko», por su parecido a la muñeca Fruquita, imagen de la popular salsa de tomate.
Otro de los episodios más duros de su vida fue cuando lo privaron de la libertad en Ecuador durante tres días, a causa del descontento de un grupo de personas de Guayaquil, a quienes el alcalde de aquel entonces no les cumplía con los servicios básicos.
Más adelante, Meza se adentró en la política y logró que su esposa, Luz María Domínguez ‘La Niña Luz’, se lanzara a la Alcaldía con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los habitantes de su tierra natal. Sin embargo, eso se vio opacado por un hecho que nubló su carrera por un tiempo. Lisandro fue capturado por agentes del CTI de Barranquilla el 2 de diciembre de 2008, al relacionarlo con el crimen de Isabel Pérez Guzmán, registradora de Morroa, Sucre.
“Cuando hablé con el juez y le dije usted me conoce como qué a mí, soy cantante, artista ¿o no? Yo no soy criminal, usted debe defenderme a mí. Doctor, si usted me hace un daño a mí yo voy y lo mato a usted yo mismo”, recuerda las palabras que le dijo al juez cuando se vio involucrado en esa terrible situación, que finalmente se resolvió cuando se comprobó que no tuvo nada qué ver en ese caso.
El juego sucio de un par de gamonales sucreños lo llevaron a la cárcel bajo falsas acusaciones de homicidio en diciembre de 2008, para sacarlo a él y a su esposa del camino político cuando buscaron la alcaldía de Los Palmitos (Sucre). Cuando Meza recuperó la libertad, se salvó de morir baleado en su propia casa cuando unos hombres querían cobrar el asesinato de Isabel Pérez Guzmán, registradora de Morroa en Sucre ocurrido el 28 de junio de 2001. Acusa al exgobernador de Sucre Jorge «Tuto» Barraza y su hermano Gabriel de tan difícil momento.
Reecuerda también cuando le dio cachetadas al joven Joe Arroyo por haberse puesto un arete. Lisandro lo consideraba como un hijo y Arroyo como un padre. Ese día, Joe lloró.
Lisandro Meza también se ha enfrentado a la muerte, pues tuvo dos accidentes graves que le dejaron grandes secuelas a nivel físico. Uno de ellos cuando se cayó de un tercer piso y una varilla atravesó su rostro sufriendo terribles fracturas y lesiones. El segundo de ellos fue cuando se fracturó el fémur y un brazo en una fuerte caída, lo que le quitó gran parte de su habilidad para tocar el acordeón.
Conoce en este capítulo detalles de su fugaz paso por la televisión en la telenovela ‘Gallito Ramírez’ y los motivos de su retiro de los escenarios.