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Quisieron matar al periodista sucreño Rubén Darío Borja

ANSV  

A pesar de ser sábado, me levanté temprano. Siempre he sido un madrugador. Miré el reloj, 6 y dos minutos de la mañana. Entre al frío baño… Sí! Frío por el flujo del de aire acondicionado de un lujoso hotel de la ciudad de Montería, donde me hospedaba y en donde cumplía compromisos comunitarios en mi condición de Edil.

Sentado en el yerto bacinete, mientras cepillaba mis dientes, y elucubrando situaciones propias del trajín que me esperaba ese día, escuche el doble silbido de mi celular, que me indicaba la llegada de un mensaje de Whatsapp. Imaginé que era de mi amigo el pastor Eduardo Bustamante, que todos los días y a esa hora, me envía el devocional. En cuanto salga lo leo, pensé, toda vez que después de leerlo hago mi oración de la mañana basada en la lectura hecha.

Después de un mañanero y refrescante baño, corrí a mi aparato móvil, entré a la aplicación y observé que el mensaje procedía del grupo de PERIODISTAS, que administra nuestra dilecta amiga Faride Chagui. Hice click en dicho contacto, y ¡Ohh sorpresa! Mi rostro palidecía en la medida que leía cada letra del mensaje. El colega Leonit Bustamente, anunciaba en dicho grupo, la muerte de Rubén Darío Borja Rivera; Rubencho, como cariñosamente le decimos sus amigos, o «EL ZAPATÓN», como muchos le llamaban, algunos a fuerza de escucharlo en los corrillos, incluso sin saber de donde y por que tal remoquete, otros de manera despótica e irónica, pues nunca han asimilado la irreverencia con que Rubencho dice verdades de a puño en su noticiero tocando la cosa política, sobre todo si son funcionarios públicos, y él los ha cogido con el «labito afuela «. El que siempre llama al pan, pan, y al vino, vino.

La noticia me sorprendió, toda vez que hacía solo dos días lo había dejado muy campante en la puerta de la Emisora Radio Majagual, después de haber emitido R.D.B y Las Noticias, en donde compartimos micrófono, hace doce años, él como Director, y este servidor como Relator de noticias. La preocupación ahondó aun más cuando marqué su celular y nunca contestó. Opté entonces por enviar un mensaje de whatsapp y no hubo respuesta alguna. Sin pensarlo dos veces, salí del hotel e inmediatamente partí en mi vehículo rumbo a la ciudad de Sincelejo. Mientras conducía, rodaron por mi mente muchas cosas interesantes brotadas de la prolífica imaginación de este personaje, odiado por unos cuantos y amado por muchos, el de las ideas geniales, el que a pesar de mis más de 60 años de edad, y mi larga experiencia en la radio, me bautizara como «la voz fresca y juvenil», el del millón de oyentes, el que todos los días le decía a «PACHO ACUÑA» que «¡esto esta maluco… esto va por mal camino!», el de «dos niños con una boleta y buses gratis a todos los barrios». Ese mismo que soñaba con que, todo eso se podía cambiar basados en la constitución y la ley. El que cambió la manera de hacer la noticia, fusionando la seriedad de la misma con un poco de humor, diciendo verdades mamando gallo, pero verdades al fin, ese, el de la aceptación total, el de la manta tendida en los cuatro puntos cardinales de Sincelejo y Sucre, ese que logró que un loro en Galeras, aprendiera sus dichos y los recitara a toda hora encaramado en un palo de tamarindo en el corral de su dueño.

Imaginaba el parque Barrio Flomar, donde Rubencho vivía, repleto de gente. Parroquianos comunes y corrientes, que ni siquiera le conocían personalmente pero compartían con él todas las mañanas a través de la radio. Otros, que disfrazados, trataban de esconder sus rostros hipócritas bajo la pulcritud de sus guayaberas blancas. Alcaldes, exalcaldes. Gobernadores, exgobernadores, concejales y diputados, políticos frustrados y promisorios burócratas que, en sus lujosos carros parqueados al lado de su vieja camioneta, dejaban entrever la brecha diferencial económica, entre el que trabajó toda su vida defendiendo a las comunidades, y los que en solo pocos años, incluso meses, a costas del dinero de las comunidades, lucen sus imponentes vehículos y hacen gala de ello. Algunos llegaban realmente compungidos por el dolor por la desaparición del amigo, otros simulando el dolor, incluso, algunos con pañuelos en la mano, repletos de Maria Farina, enjugando sus lágrimas de cocodrilo.

A mi paso por Sahagún, decidí hacer un pare parqueando mi vehículo al lado de un puesto callejero, en donde unos venezolanos, en aras del rebusque, vendían mazorca asada con jugo de corozo. Decidí disfrutar del delicioso manjar criollo. Mientras mordía la mazorca que amenazaba chamuscar mis labios, y ensimismado en mis pensamientos, un chandoso de color negro, sin yo notarlo, y de manera sigilosa levanto su pata izquierda y expulso su amarillenta micción sobre mí. Lo noté cuando el caliente líquido rodó por la bota de mi pantalón, calentó mi tobillo y el pestilente orín inundó mi zapato. Relacioné un hecho con otro; la infausta noticia recibida y la acción atrevida del can, por aquello de, «cuando uno esta salao, hasta los perros lo mean».

Meditaba sobre todo lo acontecido esa mañana de ese 5 de Agosto, cuando de repente, el sonido peculiar del aviso de un nuevo mensaje en mi celular. Lo abrí y leí en letras mayúsculas: «Pacho, aquí estoy vivito y coleando». El mensaje provenía del celular de Rubencho, dándole respuesta a uno que yo le había enviado a las 7 de la mañana; y convencido quedé, que era el quien lo escribía, porque en el mensaje en la última palabra «COLEANDO » había cambiado la letra «o» por una «u». Ahí estaba pintado «EL ZAPATÓN». Me volvió el alma al cuerpo y mi pensamiento regresó a lo sucedido mientras comía la mazorca, y entonces mucho más tranquilo, relajado totalmente y con la tranquilidad de que nada pasó, cambie un poco la frase popular y dije, bueno: «después de la «meada» viene la calma». Echeé una mirada de reojo al negro canino  y proseguí mi viaje pensando «Hay Rubencho para rato»…

Nota :

En mi escrito menciono al colega Leonit Bustamante por medio de quien me enteré de la falsa noticia, pero no fue él quien la generó. El verdugo fue otro, alguien que seguramente queriendo ganar protagonismo o general desconcierto, tuvo el atrevimiento de tocar a alguien mucho más grande y con mucha mas importancia que él. Ya nos enteraremos de quien se trata, por que aquí, » nada queda oculto, todo se sabe, menos lo de anoche, pero en la medida que el sol caliente, todo se sabrá…»

 

Por Francisco Alvarez Martinez.

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