En cada localidad que se visita, por muy pequeña que sea, existe una historia oral o escrita en las construcciones, una historia que refiere la pertenencia al sitio y que comunica y mantiene, la identidad de la comunidad que la habita. Visto de esta manera, cada construcción o edificio puede ser analizado como testigo del paso del tiempo y de los hechos en la localidad.
Definitivamente que la arquitectura como una hacedora de espacios, asigna a éstos vida propia, los sitúa en una atmósfera o les genera o propicia que generen un ambiente que envuelve al lugar. El que esto se logre, en alguna medida, se debe al quehacer de la comunidad. Ahora bien, ¿Qué se requiere para que un sitio se convierta en necesario para la comunidad de una localidad? Para ello es menester que el o los constructores entiendan y
respondan a plenitud a lo que la sociedad necesita. En cada caso, se requiere una solución espacial y un espíritu que identifique. ¿Cómo lograr descubrir ese potencial de cada lugar?, Existe una respuesta: atendiendo a la comunidad que la construye.
Así surge La Petatera, una plaza de toros desmontable, que se ha mantenido a través del tiempo dando identidad y generando un espíritu que da identidad a l comunidad que la valora, que la sigue, que la disfruta. Su permanencia esta asegurada por ese arropamiento de la sociedad. Es un sitio vivido y protagonizado por sus habitantes, tiene un espíritu que le permite que siga existiendo más allá del tiempo de los festejos que le dieron origen.
La Petatera de Villa de Álvarez, Colima, México es una plaza para efectuar corridas de toros y la cual es construida con madera y con el mismo sistema constructivo, efímero y manual que le dio origen, y que cada año renace con los constructores y también cada año desaparece al culminar los festejos taurinos del lugar, y mientras se construye y llena con las corridas diarias, habitantes y visitantes se apropian de ella. De esta manera, el pueblo se une en torno
al monumento que le da identidad y lo reconoce como su patrimonio. Un patrimonio en el que está presente el espíritu del lugar.
En el occidente de la república mexicana, en la costa conocida antiguamente como el mar del sur, se encuentra el Estado de Colima, y tiene como puerta al Océano Pacífico, el Puerto de Manzanillo, sitio que desde la primera mitad del siglo XIX, era reconocido como un puerto de referencia, aunque desde el siglo XVI, ya existen crónicas de llegadas de barcos a la Bahía de Manzanillo. A 100 kilómetros adentro, en dirección al centro del estado, se encuentra Colima, la ciudad capital y lugar donde da inicio la festividad que envuelve la construcción de La Petatera.
Ahí las familias conviven y comparten como en ninguna otra fecha del año. El origen de la fiesta se remonta a la Villa de Colima a finales del siglo XVII, sitio donde se empezó a celebrar la fiesta y que antes de esa fecha, no tenía patrono la ciudad. En los archivos históricos se reseña que habiendo pasado algunas calamidades como fueron los sismos que asolaron la ciudad, era menester nombrar a un patrono que custodiara la ciudad. Las circunstancias que rodean la elección del santo tienen varias vertientes, sin embargo fue San Felipe de Jesús, quien fuera canonizado el 8 de junio de 1862.
Actualmente la fiesta se desarrolla en la ciudad de Villa de Álvarez, población vecina a la ciudad de Colima y la estructura social que mantiene viva la plaza de toros construida de madera y petates, proviene de una organización de trabajadores de las salinas en el poblado de Cuyutlán, Colima.
Actualmente se sigue construyendo la plaza de toros La Petatera, cada año, a pesar de haber transcurrido muchos años, y aun cuando ahora existen tecnologías y materiales novedosos y que aseguran mayor permanencia al construir plazas de toros, La Petatera se sigue construyendo con madera, petates y cuerdas. Particularmente, sin utilizar ensambles, ni empotramientos, sino exclusivamente amarres a base de soga. De esta aseveración se generan
las siguientes tres preguntas: ¿Por qué se utiliza actualmente el sistema constructivo antiguo a base de madera y petates? ¿Quiénes son los protagonistas de esta construcción efímera en el paisaje urbano? ¿Qué cualidades tiene el espacio que contiene La Petatera? ¿Qué espíritu sostiene esta tradición? ¿Qué mantiene la mantiene viva?
La identificación que tiene la población ante esta construcción es inmediata y la reconocen como un hecho anual que esperan. Indudablemente, las tradiciones se mantienen porque existe un vínculo entre la población y el objeto creado, un vínculo religioso convertido en rito social, ya que cada año se vuelve a edificar la plaza donde se celebraran durante quince días, corridas de toros y eventos de esparcimiento, y al final, otra vez nada para que el siguiente año se construya de nuevo de la nada y reviva el espíritu que existe gracias a ella.
El reconocimiento de una actividad en la cual está permitido la manifestación y la alegría de una fiesta taurina, donde los participantes pueden interactuar con la sociedad y con los animales en una fiesta de habilidades y destrezas. Más que una fiesta taurina, La Petatera, permite que se desarrollen las actividades de dominio de la destreza humana en contener la respuesta animal. Más que faenas de toreros, son incursiones de valentía y emoción.
Singularmente, donde existe emoción, también se conjuga el sentimiento humano, de los sublime, el valor de la derrota o victoria, el heroísmo, la ejemplaridad, la referencia, que cada año se convierte en un reto. Aunque existen corridas de toros formales, La Petatera, tiene en su mayoría, eventos festivos como el toro de once, donde los jóvenes participan en el juego de montar, evadir, gritar sobre caballos y toros en momentos de alegría y furor. Conciertos de
música, actos circenses o de teatro. Esta diversidad de eventos en quince días, permite que se congreguen familias y personas de diferentes edades a diversos espectáculos. La Petatera, encierra también la diversidad de la recreación.
Mijares Bracho, Carlos. La PETATERA DE la Villa de Álvarez en Colima