El Carvajalino
Toro nacido en la hacienda «El Delirio», de propiedad de don José María Hoyos Vergara. Tenía un raro color tigrero mono y ciento por ciento de raza criolla. La primera vez que se le llevó a las plazas fue en Buenavista. Allí logró herir a José Madera (» Maderita»).
Recibió ese nombre a partir de que estuvo a punto de matar a un peón de apellido Carvajalino. Y los demás compañeros para referirse a la res la identificaban con el apellido del herido.
El toro Carvajalino muere en el 1985 en un mes de agosto en el Chontal, tierra que se conserva, murió de viejo y tuerto, ocurrido ello en un padroteo en hacienda el tomate en Lorica de Lawandio Barguil Rubio. También padreó antes donde Toñito Mercado. Carvajalino era un toro de comportamiento noble en la finca y muy peligroso en la corraleja, cuando viajaba lo hacía solo en un camión 300 del señor Negro Arrieta que se descargaba dentro de la plaza.
El Camarrenga
Un toro criollo, hosco y bragado; tomó su nombre de la ganadería donde era oriundo hacienda «Camarrenga». De propiedad del ya fallecido, doctor Eugenio Giraldo R..
Este toro integra la cuarteta de toros más bravos en las corralejas y de eso puede dar fe una leyenda viviente de las corralejas, el popular y conocido «Maderita», quien sobrevivió a las cornadas de 140 toros bravos en las plazas que visitó. Su nombre de pila es José Francisco Madera Carmona. Su juventud la dedicó torear las plazas de corralejas de los departamentos de Córdoba, Sucre, Bolívar, Antioquia, Magdalena y cuanta otra se encontraba en el camino.
Todo su cuerpo es testigo fiel de las faenas que no salieron tan bien. Sus brazos, piernas, cara, pecho y espalda son una exposición de enmendaduras, y cicatrices de honor. Las marcas en su piel son como trofeos que muestra con evidente orgullo.
«Maderita» afirma que los mejores toros que se han presentado en las corralejas son: «El Chivo Mono», «El Barraquete», «El Tapa E Tusa» y «El Camarrenga». De este último dice que era un toro tan bravo y asesino que hasta él, alguna vez le tuvo miedo en el ruedo, pues parecía enrrazado con el mismo diablo y que no se le podían sacar más de tres trapazos porque era segura la embestida por su rapidez y agilidad. «El Camarrenga» perseguía a quien lo enfrentaba hasta cornearlo. Cuenta «Maderita» que fueron pocos los manteros y banderilleros que salieron victoriosos con este toro pues era impredecible lo que podía pasar con él en el ruedo. Lo único seguro cuando «El Camarrenga» salía a la corraleja era un herido o un muerto que enlutaría a alguna familia colombiana.