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HISTORIA DE AMOR EN LAS CORRALEJAS: Faber Herazo y Dálida Villadiego

 

El sol lucía más ardiente que las tardes de toros que se habían lidiado en desarrollo de las temporada de corralejas en el municipio de Cotorra, región del Bajo Sinú en el Departamento de Córdoba, que durante más de 100 años ha mantenido viva esta tradición cultural. Tal vez los rayos del sol presagiaban uno de esos romances que surgen producto de la sombra que rodea los contrastes del destino.

En los palcos la alegría era desbordante ya que se trataba de una tarde de toros de la hacienda San Carlos del famoso ganadero, Carlos González Sánchez. Mientras crecía la expectativa, en el interior de la plaza un joven flaco se paseaba de un lado para el otro en espera del primer toro para colocarle un par de banderilla que cargaba en su mano derecha, las cuales había mandado hacer el día anterior y al momento de ingresar a la plaza les había depositado sobre ellas un beso.

Mientras el joven banderillero se refrescaba con un vaso de guarapo un poco fermentado, debido a tantos días de permanecer en una tinaja de barro, en la última tabla del palco observaba detenidamente una muchacha cuyo rostro se distinguía de los demás. Bastaba mirar su apariencia para pensar que se trataba de una joven muy distinguida, que esa tarde había subido a confirmar si era cierto lo que su corazón le indicaba en el campo del amor.

Se trataba de, Dálida Lili Villadiego Osorio, aventajada estudiante de medicina de la Universidad del Sinú, pero más que eso, hija de uno de los criadores de toros bravos de mayor prestigio en la región del bajo Sinú, como es, Juan Bautista Villadiego Reyes, más conocido cariñosamente como Pepe Villadiego, el mismo que a lo mejor siempre ha querido que sus hijas se rodeen de personas de bien, profesionales, como médicos, ganaderos, agrónomos, por mencionar algunas de las profesiones.

Dálida, desde el sitio donde ya llevaba 25 minutos esperando la salida del primer toro, lucía un sombrero vueltiao que recientemente había comprado en el municipio de Tuchin, mientras que en su cabello lucía un pétalo de rosa, que se compaginaba con la frescura de su sonrisa. Desde un lugar distante, los camarógrafos de Picho Producciones dejaban plasmado su rostro en la cinta de grabación, eran ellos Arnulfo Espitia y José María Pico » el Chama».

La joven, presintiendo que el sombrero le quedaba bien, repartía su mirada de un lado para el otro y de vez en cuando tomaba el sombrero en su mano izquierda, mientras que la brisa que penetraba por las rendijas de las tablas de la corraleja, le hacían mover su hermosa cabellera y de paso le secaban las gotas de sudor que se deslizan por sus delicados labios.

La presencia de Dalida, provocó que varios jóvenes apuestos empezaran a mostrar un poco de interés sobre ella, pero ésta ya no repartía la mirada como antes, debido a que ya concentraba su atención en el centro de la plaza.

El toro que estaba por salir es «El Reggaetón”, un toro criollo que reviste peligro debido a su bravura al punto que los manteros lo piensan dos veces para enfrentarlo y quien lo hace corre el riego de ser víctima de una cornada o por el contrario lograr con él la faena que cualquier torero quisiera para poder pasearse por los palcos en busca de unos aplausos y el dinero que dan en forma espontanea los asistentes.

En el centro de la plaza un joven que parece atleta de 100 metros planos levantó su mirada hacia uno de los palcos para confirmar que el motivo de su próxima actuación, como es Dalida Villadiego estuviera atenta a sus movimientos.

Faber Herazo González, considerado el mejor banderillero a lo largo y ancho del Sinú, se olvidó por un instante del ganadero de turno, Carlos González Sánchez, para ofrecerle el par de banderilla que estaba a punto de colocar.

Para el popular sordomudo, nacido en el municipio de la Apartada, más que ganarse unos pesos era la oportunidad de lograr con su destreza, el amor que muchos consideraban imposible. Claro, solo a él se le ocurre que la hija de un reconocido hacendado pueda fijarse en un banderillero, considerando, sobre todo, que personajes como él, se pasean de corraleja en corraleja, y no dejan de pensar, que en cualquier momento la muerte los puede sorprender, producto de una cornada .

A lo mejor por la mente de Faber Herazo pasa lo ocurrido con el famoso Nancho, a quien un ganadero le encomendó al diablo uno de sus toros para que lo matara de una cornada, todo porque la hija del hacendado se enamoro del citado mantero. Lo anterior lo sabía “ el sordomudo”, pero también percibía que los rayos del sol que caen sobre la plaza de toros en Cotorra transmiten energías de esperanza, hecho que le dio el ánimo suficiente para desarrollar la faena que tanto había esperado.

Las puertas de los toriles se abrieron y a su salida «El reggaetón» era esperado por muchos manteros y capoteros, pero éste en forma desafiante arrancó con alma y vida hacia el centro de la plaza donde lo citó Faber para que alguien desde lo más alto de los palcos llamada Dalida Villadiego apreciara a la persona que busca afanosamente un puesto en su corazón, para hacerla feliz en medio de tantos riesgos que se generan al momento de enfrentarse sin protección alguna a una de estas fieras.

Toro y banderillero se caminaban como si ambos se hubieran puesto de acuerdo para tan semejante acontecimiento. A menos de un metro de distancia el torero levantó su pierna izquierda y en el aire miró al palco mientras que en el morrillo de su desafiante enemigo queda clavado el par de banderillas, tal vez, las mejor colocadas en la historia de las corralejas de nuestra costa Caribe.

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Fue tanta la agilidad del famoso sordomudo, que tuvo tiempo para quitarse el sombrero vueltiao que lucía y lanzar con su mano derecha un beso a la parte más alta del palco, lo cual fue respondido por Dávila Villadiego con una sonrisa en señal de agradecimiento.

Cuentan que desde el desembarque de los toros a la corraleja de Cotorra, Faber Herazo le había solicitado al ganadero de turno, Carlos González que le permitiera banderillar al «Reggaetón» para brindárselo a una muchacha de la cual estaba locamente enamorado, a lo cual el hacendado le respondió positivamente, pero con la advertencia de que se trataba de un toro de mucho peligro.

Nunca imaginó el señor González Sánchez, que producto de esa faena iba a surgir un nuevo amor en plena corraleja y menos que se tratara de la hija de un ganadero y un banderillero.

Se dice que Faber Herazo y Dalida Villadiego se han vuelto inseparables, al punto que no existe corraleja donde participe Faber que ella no asista y cada toro que enfrenta el afortunado banderillero siempre se lo dedica ; señal de amor sincero.

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Lo único que le pide a la mencionada joven, es que no ponga en riesgo la relación, porque tal vez, Dios no lo quiera, así como le brindó su mejor faena en aquella tarde en Cotorra, muera producto de una cornada por causa de un desprecio que a lo mejor no está preparado para soportar.

Frente a esta apresurada afirmación, Dalida sonríe indicando que si es por ella Faber Herazo será a su lado un hombre muy feliz.

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