A lo lejos parece una loma o colina que destaca en la inmensa planicie donde está enclavado el municipio de San Marcos, Sucre.
Es el primer equívoco que surge, pero se desmiente rápidamente porque al acercarse empieza a configurarse su majestuosidad vegetal, que supera los treinta metros de altura, con ochenta y dos de diámetro y doscientos cincuenta y tres de circunferencia, que permitiría albergar a más de cuatrocientas personas bajo su frondoso follaje.
Un árbol con nombre de garza
El segundo error se les induce a los numerosos visitantes que diariamente llegan a conocerlo, con el cartel pintado a mano y colgado en una cerca de alambre de púas a la entrada de la finca donde está ubicado, el cual reza: “Árbol Guacarí – $1.000 la entrada”. Ese nombre surgió de una apreciación errónea que la gente se encargó de divulgar porque alguien dijo que este hermoso e imponente árbol es el que aparece en la moneda de $500, emitida por el Banco de la República en 1993. Pero en realidad, la imagen de la moneda es un grabado del artista caldense David Manzur, en homenaje al samán ubicado en el municipio de Guacarí, Valle.
Eso ha hecho que se divulgue mucha información con un nombre falso para un árbol verdadero, lo cual se puede comprobar al hacer una búsqueda en internet, donde aparecen muchos resultados refiriéndose al árbol de San Marcos, Sucre, como el “Árbol de Guacarí”. Textos, fotos y videos se han confabulado para propagar una denominación falsa. Es más, no existe ninguna especie vegetal llamada guacarí, que realmente es el nombre indígena de una garza y de una princesa aborigen del occidente colombiano.
Llama la atención que muchos han incurrido en el error sin detenerse a comprobar la veracidad de lo que es un infundio, y han tomado el vocablo “Guacarí” para nombrar almacenes, discotecas y hasta una institución prestadora de salud.
Como si fuera poco, el equívoco ya traspasó las fronteras de la realidad para entrar al mundo de la ficción. El Festival Internacional de Cine de Montería, que ya lleva cuatro ediciones, entrega un premio denominado ¡Árbol de Guacarí!…representado en una estatuilla del árbol de San Marcos.
No es un solo árbol, son seis en uno solo.
Ensuncho De La Bárcena, quien ha realizado numerosos cortometrajes y documentales y se autodefine como cineasta rural, ha emprendido una campaña a través de diversos medios para contar la verdad sobre el que los sanmarqueros consideran “El árbol más hermoso del mundo”.
“Mis primeros pasos van encaminados a que mis paisanos tomen conciencia de la importancia de este monumento natural, que definitivamente debe llamarse “El caucho de San Marcos” y no “Árbol de Guacarí”, y que desde su origen tomó un rumbo distinto al que se propuso el dueño de la finca Alejandría –ubicada en el kilómetro 38 de la carretera que lleva de El Viajano a San Marcos, donde está plantado–, don Gamaliel Carriazo, quien en noviembre de 1964 le pidió a Rafael Suárez, uno de sus trabajadores, plantar un árbol de iguá o cedro amarillo, especie maderable muy frondosa, para darle sombra a una pequeña laguna destinada a su cría de patos.
En el lugar donde obtuvieron la plántula de iguá, acababan de podar un árbol de caucho y don Gamaliel decidió traer seis puntales para hacerle una especie de corral o cerco con el fin de evitar que las vacas y los carneros se la comieran. Pues bien, continúa Ensuncho De La Bárcena, cuando la mata de iguá empezó a crecer también lo hicieron los puntales de caucho, pero estos, por ser más grandes, terminaron arropando y absorbiendo, devorando realmente al arbolito que debían proteger”.
Las razones de este fenómeno las explica el ingeniero forestal de Corpomojana Giovanni Delgado, quien cuenta que luego de varios estudios llegaron a la conclusión que es una planta del género Ficus, especie: Ficus Áurea; reino: Plantae; orden: Rosales; nombre común: Higo o caucho, este último por el látex que emana cuando se le hace algún corte.
Otro mito que se derrumba, el caucho de San Marcos sí se reproduce, como es una plata parásita, hay que sembrarla al lado de otra para que le ayude a crecer. En la finca Alejandría, venden las plántulas a $2.000
Además es una planta parásita, es decir, se aprovecha de otra para alimentarse y acaba devorando a la benefactora. Tal vez los puntales de caucho, una vez devoraron la mata de iguá, se trenzaron en una lucha caníbal y terminaron fortaleciéndose unos a otros hasta que por fin decidieron integrarse en un solo tronco que adquirió la monumentalidad que ostenta hoy.
Corpomojana está en conversaciones con los actuales dueños del predio para elevar este árbol a una categoría especial y brindarle los cuidados necesarios para que perdure y se oficialice lo que ya han decidido los habitantes de este municipio, puerta de entrada a la región de La Mojana: este es el “Árbol emblemático de San Marcos”.
Cual brazos gigantes, las ramas parecen querer abrigar al visitante y al cielo mismo.
Magia palpable bajo sus ramas
Lo que sí es absolutamente cierto es la imponente belleza de esta maravilla de la naturaleza. A medida que uno se va acercando a esa mole vegetal se tiene la sensación del propio empequeñecimiento hasta sentirse minúsculo, diminuto, casi insignificante ante este gigante.
Tiene una especie de entrada natural que semeja la de una caverna, pero al trasponerla se tiene la impresión de estar ingresando a una catedral diseñada por el arquitecto catalán Antonio Gaudí.
Las formas caprichosas que el tiempo le ha ido dando a las ramas simulan inmensos brazos que se abren para acoger al visitante, pero se sabe de personas que salieron corriendo, sobrecogidas, impresionadas con la idea de que esas extremidades gigantes terminarían aprisionándolas e impidiéndoles salir.
Es imposible para el ojo humano codificar y almacenar ordenadamente en la memoria la multiplicidad de figuras que se han formado caprichosamente al entrecruzarse las ramificaciones del follaje.A medida que se avanza hacia el tronco central se toma conciencia de estar en un recinto sagrado, con atmósfera y temperatura únicas, diferentes, de gratificante frescura, muy distintas a las que hay en el exterior de esta nave a la que ingresan muy pocos rayos del quemante sol sabanero.
Tiene la acústica de un teatro, y la mejor manera de notarla es manteniéndose en silencio para percibir el canto amplificado de los pájaros en una dimensión sonora solo comparable con un concierto de flautas en una sala musical.
Es difícil no querer quedarse allí por siempre para seguir disfrutando esa placentera sensación de paz y tranquilidad que lo desconecta a uno de toda la carga de preocupaciones o angustias que pudieran haber poblado nuestro cerebro unos minutos antes.
Cuando el visitante se recupera del sobrecogimiento y empieza a caminar alrededor del tronco principal, de más de quince metros de circunferencia, se aprecian cientos de raíces aéreas que empiezan a brotar de las ramas junto a otras más largas que se van acercando al suelo y muchas que ya llegaron a la tierra, se convirtieron en nuevos troncos que actúan como muletas para sostener la gigantesca estructura vegetal y se asemejan a las estalactitas de las grandes cuevas.
Al dar por terminada nuestra visita se derrumba el último mito sobre ‘El caucho de San Marcos’. Ese que cuenta que nunca se ha podido reproducir, ni por semillas ni por puntales. Heidy López, encargada de cobrar la entrada a los visitantes, nos ofrece por dos mil pesos una plántula recién nacida de una semilla de este árbol mítico, que ha germinado en una botella plástica de gaseosa. “Pero tiene que sembrarla al lado de otra mata para que se pegue de ella y pueda crecer, si no, se muere”, termina diciendo como última recomendación.