El Chivo Mono, toro de raza criolla, nacido y criado en las propiedades del ya fallecido ganadero Vinicio Cordero S. La mezquindad de su estampa no denunciaba la malicia que escondía en su ser, ya que parecía un buey, cuando pastaba en su dehesa, hizo que muchas personas que nunca le vieron en corralejas se tomaran equivocados conceptos de su mal genio. Ha sido uno de los toros que más ha enlutado hogares en todos los pueblos del departamento donde hacía sus presentaciones a nivel de la Costa.
El Chivo Mono era de una cornamenta ligeramente defectuosa. Lo que lo ayudaba a ser más rápido para coger a sus víctimas y propinarles sus pitonazos. Fidel Madera da testimonios que este toro tenía la particularidad de golpear la corraleja y abrirse un tanto para ver quien caía de los racimos humanos que se hacían en las vallas y así poder cobrar una víctima.
Fue una tarde del 10 de diciembre, en unas fiestas patronales en Sahagún mandó al hospital a más de cuatro personas, entre manteros y espontáneos. Fue una masacre horrenda. Esa tarde llamó la atención fue la manera o pericia con que el toro hundía el cuerno una vez que tenía a la víctima a merced suya.
La matanza más grande propinada por el «Chivo Mono» en los largos años de su carrera mortuoria en las plazas, la realizó en una fiesta en Planeta Rica. Esa tarde mató a siete personas entre ebrias y sobrias. Durante esa matanza, el toro le mantuvo dándole de cornadas en el aire sin dejar caer al suelo sus cuerpos, mientras que sus intestinos iban quedando regados por toda la plaza, por toda la arena.
Años después, don Vinicio Cordero se lo regaló a don Jerónimo Berrocal, quien lo llevó por última vez, a una fiesta en Santa Lucía. Ya era un toro que se le notaba la fatiga en los ojos cansados que tenía. Esa vez se resistía a salir de los chiqueros porque prefería que la muerte la siguiera ejecutando otros de su especie y de las nuevas generaciones.
Más tarde, don Jerónimo Berrocal, se lo obsequió a don Orlando García quien se lo llevó a su hacienda «Tequendama» donde vivió los últimos días de su vida. De aquel despiadado y maligno toro sólo quedan sus inmemorables presentaciones en las plazas. De él sólo queda su cabeza disecada, empotrada en las paredes del comedor de la casa de don Orlando García, en el municipio de Cereté. Quien dio muerte al toro fue Melanio Murillo, quien fue en su vida novillero, rejoneador de cartel, hacedor de toreros grandes como Pepe Cáceres y Alfonso Vásquez (Vázquez II) y además taxidermista de reconocida trayectoria nacional, y embalsamó su testuz, porque se había hecho viejo y había perdido la vista. Allí permanece como un adorno grotesco, mirando con sus ojos muertos y amenazando con su cuerno un tanto caído hacia delante y abierto un poco hacia fuera, a los dueños de casa y a los visitantes.
El CHIVO MONO murió en el año 1967 en la hacienda Tequendama , ese toro no venía de raza brava, era hijo de un toro de Santa Gertrudis con una vaca criolla. Fue un fenómeno de la naturaleza por su bravura.